El 14 de febrero comenzamos el tiempo de Cuaresma con el Miércoles de Ceniza y la imposición de la ceniza en nuestras cabezas. Las misas en nuestra parroquia serán a las 7:30, 10:00 y 19:30. Además, la Iglesia Católica invita a que los fieles de entre 18 y 60 años de edad practiquen el ayuno; fuera de este rango de edad, es opcional. El Miércoles de Ceniza, los fieles pueden tener una comida «fuerte» una sola vez al día.
Para conocer más sobre la historia y el significado de este día, os invitamos a leer el artículo de nuestro amigo Ignacio.
La Cuaresma como periodo penitencial y de conversión previo a la pasión y resurrección de Jesucristo tiene su origen en los tiempos primitivos del cristianismo, en los años de persecución y martirio. Sin embargo, la información sobre el origen del Miércoles de Ceniza es más difusa que la de otras festividades, evento o costumbres litúrgicas. El acto de imponer ceniza en la cabeza de los cristianos el día de inicio de la Cuaresma data de al menos el siglo XI.
En el siglo IV se fijó la duración de la Cuaresma en cuarenta días. Parece ser que se adoptó esta cifra en recuerdo de los cuarenta días que Jesús paso retirado en el desierto, sin comer, orando y preparándose para su vida de predicación. También parece que tiene relación con los cuarenta años que pasaron los israelitas tras salir de Egipto en su peregrinación a la Tierra Prometida. El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) en su articulo 540 nos dice que “La Iglesia se une todos los años, durante los cuarenta días de Cuaresma al misterio de Jesús en el desierto”. Así Lucas en su capitulo 4 nos dice que a Jesús “el Espíritu lo fue llevando durante cuarenta días por el desierto, mientras era tentado por el diablo” (Lc 4,2).
Durante los siglos VI-VII se implantó el ayuno como practica penitencial durante el tiempo de Cuaresma como preparación a la Pascua de Resurrección. Pero si la Cuaresma duraba cuarenta días su inicio coincidía con domingo, día del Señor, y en los que la Iglesia nunca ayunaba al ser una fiesta litúrgica. Al descontarse los seis domingos que hay en la Cuaresma se trasladó su inicio al miércoles anterior al primer domingo.
La costumbre de que los fieles reciban en su cabeza el signo de la ceniza no es tan antigua como la Cuaresma. Su tradición responde a que en los primeros siglos del cristianismo los penitentes que querían recibir el perdón de sus pecados el Jueves Santo se vestían de sayal, y se rociaban con ceniza como señal de arrepentimiento de sus faltas. En el siglo XI, y desaparecido el orden de penitentes como tal, se extendió el gesto de imposición de la ceniza a todos los fieles, de forma que se reconocían pecadores e iniciaban la Cuaresma buscando la conversión final.
No debemos olvidar que en la Cuaresma “se nos llama a una conversión profunda, a volvernos de una manera radical hacía Dios”. “La ceniza nos ayuda a colocarnos ante Dios y a no caer en la trampa del juicio de los hombres” (Amado Fernández, David, Magnificat 2024, 14 de febrero, págs., 187-188).
La ceniza para los creyentes siempre ha sido una muestra de arrepentimiento y conversión. Un símbolo de humildad. También nos recuerda que somos mortales y que volveremos a la tierra. La ceniza como muestra de humildad, arrepentimiento y expiación, aparece tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.
“Pues eres polvo y al polvo volverás.” (Gen, 3, 19).
“Abrahán respondió: ¡Me he atrevido a hablar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza!” (Gen, 18, 27).
“Por eso me retracto, y me arrepiento en el polvo y la ceniza.” (Job 42, 6).
“Entonces Jesús comenzó a reprender a los pueblos donde había hecho la mayor parte de sus milagros, porque no se habían vuelto a Dios. Decía Jesús: “! ¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, cubiertas de sayal y cenizas.” (Mt 11, 20-21).
Las cenizas que se imponen el día de inicio de la Cuaresma provienen de los ramos de olivo bendecidos el Domingo de Ramos el año anterior.
Como nos dice San Pablo en la segunda carta a los Corintios “(la Cuaresma) es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación”. La Cuaresma es un tiempo para tomar conciencia de la condición pecadora y someterse a un proceso de conversión y de renovación. “La sugestiva ceremonia de la ceniza eleva nuestra mente a la realidad eterna que nunca pasa, a Dios que es principio y fin, alfa y omega de nuestra existencia. Efectivamente, la conversión no es más que retornar a Dios, valorando las realidades terrenas a la luz indefectible de su verdad” (San Juan Pablo II).
JIMdLB