Este año, nuestro habitual campamento de verano se ha realizado durante los días 22 al 29 de junio en Alcuéscar (Cáceres) con un grupo de 55 niños de Comunión, Confirmación y un grupo de adolescentes de Lifeteen. Nuestro vicario parroquial D. Pedro comenta que ha sido «una experiencia preciosa, muy familiar». «Es el plato fuerte, los niños lo están esperando como agua de mayo, y los padres también».
«Este año ha sido una bendición. En general, no solo los niños se lo pasan en grande, porque no dejan de jugar, sino que todo tiene un contenido, una ambientación catequética y un hilo conductor.
Lo primero es generar familia, y este año el campamento estaba ambientado en indios y vaqueros, de modo que el hilo conductor era que viajaban a un condado e íbamos a trabajar mucho para conseguir acercarnos a Jesús y liberarnos del pecado».

El «pecado» estaba representado físicamente en un ladrillo (simulado) que se les entregó el primer día del campamento y cargaba cada uno. «Así, experimentaban lo incómodo que es ir con un ladrillo y que, cuando eres liberado, te alivia». En las catequesis, «los niños y adolescentes han descubierto pecados de los que a lo mejor no eran conscientes, y a su vez, han experimentado la misericordia de Dios» en un día dedicado a confesiones, al margen de cada vez que pidieran confesión. La Eucaristía se celebraba todos los días y, en línea con ese hilo conductor, «se van dando perlas, palabras que les puedan ayudar».
Todo esto genera familia entre ellos —«no se querían ir»—, se encuentran con Jesús y «a la vuelta tienen muchas ganas para seguir acercándose a Jesús».

Compartir con los excluidos
A su vez, es muy importante el campamento «porque realizamos tareas como fregar los platos, arreglar los baños, recoger el comedor, limpieza general, después del desayuno. Esto les ayuda mucho a trabajar en equipo».
El sitio del campamento ya en sí es un aprendizaje. «Hemos estado en la Casa de la Misericordia» de la congregación de los Esclavos de María y de los Pobres, «un lugar donde acogen a gente también de exclusión social o con algún problema físico y psíquico». Y «es muy bonito cómo los niños ven también el sentido del sufrimiento, del dolor».
Cada día, D. Pedro iba haciendo unos pequeños apuntes a modo de diario que enviaba a los padres por WhatsApp, en los que les iba poniendo al corriente: «En estos lares se respira desde hace años un ambiente de paz y concordia, donde indios y vaqueros conviven y cooperan juntos en la construcción de esta fantástica aldea». «El sheriff nos ha pedido colaboración para hacer de este sitio, todavía árido y seco, un lugar donde la alegría del Señor se extienda por todos los rincones. Y para eso también os necesitamos a vosotros… ¡Contamos con vuestra oración!».

Y así, daba cuenta de las gincanas, los talleres, la Eucaristía con la palabra de Dios para ese día, los juegos nocturnos o las adoraciones a los pies del Señor. «A continuación las olimpiadas, terminado con un rato de piscina y una oración con la que nos han enseñado tres palabras claves: perdón, gracias y por favor».
El último fue el de la fiesta de san Pedro y san Pablo: «¡Feliz Domingo a todos! Nos encomendamos a los apóstoles Pedro y Pablo!».
