EL MINISTERIO DEL LECTOR
PREPARACION
Para que los fieles lleguen a adquirir una estima viva de la Sagrada Escritura por la escucha de las Lecturas Divinas es necesario que los lectores que desempeñen este ministerio, aunque no hayan sido oficialmente instituidos en él, sean aptos y estén cuidadosamente preparados.
Esta preparación deber ser:
- espiritual. Supone una doble instrucción:
- Bíblica: encaminada a que los lectores puedan comprender las lecturas en su propio contexto y entender a la luz de la fe, el núcleo central del mensaje revelado.
- Litúrgica: encaminada a facilitar a los lectores una cierta percepción del sentido de la estructura de la Liturgia de la Palabra y la relación entre la Liturgia de la Palabra y la Liturgia Eucarística.
- técnica. Debe capacitar a los lectores para que cada día sean más aptos en el arte de leer ante el pueblo
LAS ESCRITURAS
El lector debe tener un conocimiento fundamental acerca de qué es la Biblia, cómo debe leerla e interpretarla adecuadamente y con un grado suficiente de comprensión
La dinámica de escuchar las Escrituras que son proclamadas en el contexto de la Misa es el camino a través del cual Cristo se hace presente. Por lo tanto, el modo en que se proclamen las Escrituras tiene una vital importancia para la calidad de la experiencia comunitaria.
EL MINISTERIO
El ministerio consiste en proclamar la Palabra de Dios, o más bien, permitir a Dios hablar a la Asamblea a través de uno.
Cuando se proclama, la Palabra de Dios cobra vida, y es la misión de dejar que cobre vida en uno para que pueda hacerlo en la comunidad entera.
Hay una conexión orgánica entre la Liturgia de la Palabra y la Liturgia de la Eucaristía:
- En la liturgia de la Palabra, Cristo se hace presente en las palabras proclamadas de las Sagradas Escrituras
- En la liturgia de la Eucaristía, Cristo se hace presente en el pan y el vino consagrados.
EL AMBÓN
Es el sitio desde donde se anuncia la Palabra de Dios, cuya dignidad exige que en la iglesia haya un sitio conveniente para dicho fin y hacia el que, durante la liturgia de la Palabra, se vuelve espontáneamente la atención de los fieles.
Conviene que sea un ambón estable, no un atril portátil y que permita al pueblo ver y escuchar a los oficiantes.
Desde el ambón se proclaman las Lectura, el Salmo responsorial, el Pregón Pascual, la homilía, la Oración Universal u Oración de los Fieles. No conviene que lo ocupen el comentarista, el cantor o el director del coro.
RECOMENDACIONES PARA UNA DIGNA PROCLAMACIÓN DE LA PALABRA DE DIOS
PRIMERA Y SEGUNDA LECTURAS
- Por respeto a la dignidad de la Palabra de Dios y a la Asamblea:
- debe utilizarse siempre el Leccionario, nunca una hoja.
- debe designarse al lector con anterioridad, para que prepare el texto
- Tras el Amén de la oración colecta, el lector:
- avanza pausadamente hacia el ambón
- saluda el Altar con una inclinación o venia (sin hacer la genuflexión ni la señal de la cruz).
- Antes de llegar al ambón, puede trazar la señal de la cruz sobre sus labios, diciendo en voz baja: “Señor, abre mis labios para que pueda proclamar dignamente tu Palabra”, o bien: “Señor, utiliza mi boca, para que Tú mismo puedas hablar”.
- No se debe decir: Primera lectura, sino Lectura de… (lo escrito en rojo no se lee), sin dar la referencia bíblica de capítulo y versículo, ni tampoco leer el versículo en cursivas que encabeza cada texto.
- Es importante, para la proclamación, saber distinguir:
- Un relato histórico: tono sencillo, como el de un testigo que cuenta simplemente los hechos que relata. En estos textos se encuentran frecuentemente diálogos: cambiar el tono según personajes, hacer una pausa liviana antes del cambio de tono.
- Una exhortación moral: tono más cariñoso, fraternal, como quien aconseja. O a veces con firmeza, como quien interpela, por ejemplo, cuando Pablo reta a sus destinatarios.
- Una enseñanza doctrinal: tono más bien magistral, pero sobrio, afirmativo.
- Un texto profético: tono solemne, sostenido, entusiasta, con un cierto calor en la voz, sin ser teatral.
- Un poema (con estrofas o dísticos): tono más elevado, con cierta intensidad (no fuerza o potencia). Atención a los puntos de exclamación. Construir la lectura alrededor de una frase y no de una palabra.
Los adjetivos no bastan para calificar la manera de proclamar un texto bíblico según su género literario: es necesario ejercitarse para captar el estilo y el tono propio a cada género.
- Al final, se dice: “Palabra de Dios”, sin levantar el Leccionario y sin decir “Esto es Palabra de Dios» (El Leccionario es Escritura, y no Palabra).
SALMO RESPONSORIAL
- El Salmista debe ser una persona distinta del lector de la primera lectura, porque el salmo es de un género literario diferente de los otros textos del Antiguo Testamento (o Hechos y Apocalipsis en tiempo Pascual). Además, favorece una mayor participación de la asamblea al confiar este ministerio a otra persona.
- El Salmo es parte integrante de la Palabra de Dios y es palabra de Dios. Si no se canta, se recita. Sustituirlo por un canto cualquiera o que no responde a la lectura, es empobrecer la respuesta a la palabra de Dios. Razones bíblicas y litúrgicas aconsejan mantener el salmo señalado en el Leccionario. El Salmo no necesita ninguna monición para explicar o introducirlo de parte de un guía o monitor.
- Al comenzar, no se debe decir: “Salmo responsorial”. “¡Repitamos todos!”
- Después de una pausa, al finalizar la primera lectura, el salmista inicia directamente el estribillo, cantando o rezado, que la asamblea repite. Para invitar a la respuesta el gesto que debe hacer después de cada estrofa es de mirar a la asamblea y el monitor repite la Antífona con la Asamblea.
- El Salmo requiere un tono de voz adecuado al tema de este: contemplación, meditación, acción de gracias, súplica, invitación a la alabanza…
- Es de máxima importancia que el Salmo sea rezado por otra voz que la del lector de la primera lectura y con otro tono de voz. El Salmo no es una proclamación, sino una respuesta a la Palabra de Dios.
- En asambleas pequeñas, no conviene que se repita el estribillo entre cada estrofa, sino sólo al principio y al final, a fin de facilitar la meditación personal del Salmo.
La finalidad del Salmo es que la asamblea interiorice la Palabra de Dios proclamada.