Definición
Se llama Monumento, del latín monumentum, «recuerdo», a la capilla o altar que se dispone en Semana Santa y donde se reserva la forma consagrada, desde el Jueves al Viernes Santo, en el que se celebra la Muerte del Señor para expresar la unión entre la Eucaristía y la Cruz.
Origen y significado
El origen de esta tradición es una antigua disciplina eclesiástica según la cual muchos días y en especial los viernes, no se consagraba y entonces, se solían reservar en un lugar a propósito, hostias consagradas en los días anteriores, bien para Viático de los enfermos, bien para comulgar el sacerdote en dichos días.
Por este motivo fundamental, el Jueves Santo se consagran gran cantidad de formas, suficientes como para atender las comuniones del mismo día, en la Misa de la Cena del Señor, y poder distribuir la sagrada comunión durante los Oficios de la Pasión del Señor, el Viernes Santo, jornada en que los cánones eclesiásticos no contemplan que se celebren ni misas ni que se consagre.
El Monumento hunde sus raíces en las ceremonias paralitúrgicas bajomedievales relacionadas con la Pasión de Cristo y alcanza su esplendor con el barroco, y especialmente, tras el Concilio de Trento cuando se desarrollen las festividades del Jueves Santo y del Corpus Christi.
Tipos
Se pueden agrupar en tres tipos:
- Turriformes, construidos con elementos rígidos (madera, cartón, tableros) y montados, de forma exenta, en alas de cruceros o trascoros.
- Arquitectura fingida, pintada sobre sucesivos lienzos, con o sin bastidor, usando una forzada perspectiva (trampantojo) para conseguir profundidad. Es la usada en los decorados teatrales, llamadas “tramoyas”.
- Capilla sacramental, configuradas con elementos arquitectónicos duraderos (mármoles, estucos, etc.), cerradas todo el año en espera de la Pascua.
Símbolo
Una vez depositado con solemnidad el cuerpo de Cristo en el Monumento, se organizan los turnos de Vela para acompañar al Señor en la tarde noche de su pasión, cuando estuvo en oración en Getsemaní, cuando fue apresado y llevado ante diferentes tribunales (de ahí, la tradición de la visita a las 7 iglesias). Es adorado por los fieles hasta el día siguiente en que será consumido.
Preparación
El Monumento se dispone de antemano en una capilla lateral del templo o en una capilla ubicada fuera del templo, pero cercana a este, sin que pueda entonces celebrarse en él la misa del Jueves, ni la solemne liturgia del Viernes, ni tampoco el Oficio de tinieblas.
Debe tener un altar con un sagrario vacío para recibir en su interior los copones con las formas consagradas en la Misa en la Cena del Señor.
Si el sagrario habitual está ubicado en una capilla lateral fuera del presbiterio, puede usarse ese mismo sagrario para monumento con tal que al inicio de la Misa de la Cena del Señor esté vacío y abierto, y que reciba las hostias que han sido consagradas exclusivamente en la Misa del Jueves Santo.
Puede adornarse con colgaduras, frontal blanco, flores y un gran número de velas blancas, las cuales no pueden ser menos de doce, según lo dispuesto por Benedicto XIV.
No se deben poner paños negros, ni trofeos de la pasión, ni tampoco reliquias, ni imágenes de santos.
En el interior del Monumento habrá un pequeño altar sin Cruz, con seis velas, frontal blanco, manteles y corporales, y sobre o detrás de él, una urna (generalmente en forma de sagrario) con otro corporal y una portezuela sólida como la de un sagrario.
La llave de la urna, una vez reservado el Cuerpo del Señor, debe conservarla y llevarla el celebrante de los oficios del Jueves y Viernes Santo; estando prohibido que por ningún título ni pretexto se dé a guardar dicha llave a otra persona, por encumbrada que sea. Ha de evitarse nombrar a la urna o arquilla como «sepulcro» ni que tenga forma de tal.
La urna no debe tener más que una sola llave y está igualmente prohibido por decreto de la Sagrada Congregación para el Culto Divino poner el Sacramento en el Ostensorio o Custodia, de modo que pueda verse la Sagrada Hostia.
Celebración
El ritual se inicia tras la misa del Jueves Santo cuando el oficiante se dirige procesionalmente desde el altar mayor hasta el monumento y deposita en un arca, caja, urna o arqueta el cáliz con la forma reservada.
En algunas iglesias, se acostumbra, después de cerrada la portezuela de la urna con llave, sellar por el mismo diácono la referida portezuela con unas pastillas de cera colorada y esto es una reminiscencia del sello que mandaron poner los príncipes de los sacerdotes judíos en el Sepulcro del Señor.
De estas pastillas, parecidas a las llamadas Agnus Dei, se pone una porción dentro de la misma urna o en su inmediación, las cuales se distribuyen luego entre los fieles como objeto de veneración, y es lo que se llama Cera del Monumento.
En Jerusalén, se celebran estos oficios en el mismo Sepulcro en que fue depositado el verdadero Cuerpo del Señor después de su muerte y sobre cuya piedra se coloca el cáliz con la Sagrada Hostia, sin más adorno que un gran número de luces.
Alberto