Hoy domingo, hemos celebrado solemnemente en nuestra parroquia la fiesta de la Beata María Ana Mogas, en la que nuestro párroco D. Andrés, que presidia la Eucaristía junto a D. Pedro (coadjutor) y D. Mateusz (adscrito), nos habló sobre nuestra patrona y sus “buenos frutos” en la vid de su vida.
Nada es casualidad en el plan de Dios y por ello, también las lecturas que nos propone la Iglesia, de alguna forma, hacen honor a esta “santa mujer”, como la llamaba todo el que la conocía.
El Evangelio de Mateo, utilizando el símbolo de la viña, nos muestra que Dios es el propietario y la casa de Israel es la viña.
La viña de Dios es arrancada de Egipto y trasplantada en una tierra fértil preparada especialmente por Dios…de la misma forma que la beata María Ana Mogas, al quedar huérfana, es “arrancada” de su Cataluña natal y “trasplantada” en Madrid, tierra fértil y necesitada de “labradores” y de “frutos”.
La viña de Dios es cercada por las murallas de Jerusalén y vigilada por el imponente Templo… de la misma forma que la beata María Ana Mogas es “cercada” por los muros del convento donde descubre y discierne su vocación y vigilada por el “cielo de Madrid”.
La viña evangélica no produjo buenos frutos, por lo que Dios permitió que fuera “pisoteada” por invasores extranjeros, como Isaías anticipa en la primera lectura.
Sin embargo, no ocurre así con nuestra patrona Ana Mogas quien, obedeciendo la llamada del Señor, compartió su Cruz fuera de las murallas de la “viña” y, siguiéndole, reunió la “cosecha” de niños huérfanos y pobres.
Siguiendo también la regla franciscana, fruto de la viña que Dios entregó a sus nuevos labradores, Ana Mogas puso amor donde faltaba amor, presencia donde había soledad y a Cristo donde había necesidad y sufrimiento.
Ana Mogas fue siempre consciente de que ella era un “sarmiento” en la viña del Señor, injertada en la Vid verdadera que es Cristo (cf. Jn 15,1–8), llamada a llevar frutos de justicia en Él (cf. Flp 1,11) y a ser “primicia” de una nueva creación (cf. St 1,18).
Pidamos a nuestra patrona, la beata María Ana Mogas que interceda por nosotros para que siempre, a pesar de las espinas, de las zarzas y del calor sofocante que son las preocupaciones del mundo, sigamos su ejemplo llenando nuestro corazón y nuestra mente con intenciones nobles y acciones virtuosas, regocijándonos siempre por que el Señor está cerca, y dando fruto abundante.
Alberto